lunes, 20 de octubre de 2008

Los días que corren (*)


El historiador británico Eric Hobsbawm sostiene que “predecir tendencias sociales es más fácil que predecir acontecimientos, decir algo sobre el bosque sin conocer cada uno de los árboles” y esto refiere claramente a los días que corren.

Para anticipar el mundo venidero se cuenta con bastantes señales, por ejemplo el Army Modernization Strategy 2008, del ejército estadounidense alienta el concepto de que habrá que habituarse a vivir en un estado de guerra perpetua, que incluye la intervención armada contra el terrorismo, en estados desfallecientes (concepto conocido por nosotros y acuñado por el menemismo con respecto a provincias inviables) o por recursos críticos, como agua, alimentos y energía. La impronta imperial no se abandona voluntariamente.

Otro indicio a considerar es que el paso de la unilateralidad de EEUU a la multilateralidad será más acelerado de lo que se esperaba, aunque estos sigan ejerciendo el papel de primera superpotencia. Y en fin, también se puede señalar que habrá una contracción de la demanda por la crisis mundial, con momentos de calma y de agravamiento de la situación, lo que es decir un escenario bastante alborotado.

En cuanto a los acontecimientos, era muy difícil imaginar a George W. Bush reclamando para el Estado el rol de interventor en el mercado, o a las potencias europeas con un gran despliegue de intervención estatal, y a bancos centenarios, sólidos como rocas, desmoronarse. Ni que se gastaran el Producto Bruto de EEUU en un año. Tampoco Miguens y Buzzi pensaban en la caída de los precios de los commodities, cuando reclamaban la eliminación de las retenciones móviles.

Vale repasar, con una lectura atenta, las palabras que inauguraron la Conferencia Nacional de Organización de nuestro Partido, cuando se dice que no habrá estallido ni implosión y sí una tendencia decadente, en la que no está descartada la barbarie como una alternativa posible. No se trata entonces, de terminar con la explotación, sino de salvar a la humanidad.

A la palabra crisis se la puede definir como un momento decisivo y peligroso en la evolución de un proceso, el que debe aprovecharse o atenderse. Y si hiciera falta, el debate sobre la crisis del sistema capitalista habilita aún más el debate sobre el pos capitalismo, la perspectiva del socialismo del siglo 21.América Latina está sumergida en un proceso de búsqueda de salidas pos-neoliberales, que llegan a plantearse incluso el horizonte socialista.

En este contexto, el gobierno argentino no ha intentado más allá de la gobernabilidad de Tercera Vía: dólar caro y alto precio de los productos primarios de exportación en el mercado mundial. Esto permitió disminuir los índices sociales de 2002, pero ya no es posible porque la crisis global no se puede eludir. A tal punto que se abre una discusión en que los voceros de la derecha, en estado alterado, llaman a recomponer ya el vínculo con los mercados internacionales de crédito y critican el aislacionismo del gobierno.

Claro, ellos argumentan a través de sus gurús que la crisis no es un problema del sistema sino de los gobiernos que no saben controlar a los mercados.

Para esta controversia la idea de aislacionismo aparece contrapuesta al “desacople” que esgrime el gobierno como garantía de capear el temporal, visión si se quiere bastante ligera para la calidad de los cimbronazos de la economía mundial. Por cierto todos los amagues de acuerdos en el Mercosur, la Unasur, las bilaterales con los gobiernos de la región, son saludables y crean las mejores condiciones para sobrellevar la crisis.

Todo esto a condición de unir fuerzas contra la derecha, contra cada una de sus ofensivas y de profundizar audazmente los contenidos ideológicos y políticos de todas las convergencias populares, lo que requiere no demonizar a ningún sector del campo popular, no idealizar a cualquier otro y mucho menos subordinarse a proyectos parciales o inconsultos.

Ver más artículos en www.pca.org.ar

(*) Editorial de Nuestra Propuesta del 16 de octubre de 2008.



No hay comentarios: